El hecho de que algunas de las grandes compañías de seguros de salud de países como EEUU han comenzado a facilitar estos juegos a sus clientes afianza así la percepción de que funcionan. Y es que juegos como “Brain Training” de Nintendo han vendido millones de copias y se encuentran entre los más vendidos de la historia de Nintendo pese a que lleven pocos años en circulación.
El supuesto básico detrás de este (y otros tantos juegos) de entrenamiento cerebral se llama “transfer of training” y es que practicar sus retos conduce a un mejor desempeño en tus habilidades en la vida real. Es decir, jugando a recordar las propiedades de las imágenes que nos presentan, detectar objetos o reconocer patrones resultará en mejoras perceptuales y cognitivas que permitirán aumentar nuestro rendimiento cuando queramos conducir, recordar nombres, hacer correctamente la declaración de la renta, etc.
Dos son las formas que, como consumidores, tenemos de validar este juego prodigio:
La primera es mediante estudios e investigaciones acerca de los beneficios de jugar al mismo. Somos muy simples y si leemos o escuchamos que está científicamente probado damos por hecho que será cierto -sobre todo si el anuncio viene acompañado de Nicole Kidman u otra gran celebridad jugándolo. ¿Por qué ponerlo en duda o leerse esas investigaciones?
La segunda forma de validar este juego prodigio sería constatar que se encuentra anunciado en todos los medios de comunicación (televisión, radio, prensa e internet) de medio mundo y ninguna agencia de control de publicidad y protección de consumidores se ha manifestado en su contra por “hacer afirmaciones que son incorrectas”. La lógica dicta que si no lo han hecho será porque es veraz, ¿no?
Pues no es oro todo lo que reluce. Respecto a la primera forma de validación, muchos de estos juegos evalúan los beneficios con tareas abstractas en laboratorio en lugar de probar la transferencia en tareas cuotidianas- que es el fin último del juego. Además, carecen de ensayos con sujetos ‘control’ para probar que existe una diferencia si se juega a ellos, o los resultados positivos que extraen no se replican en posteriores estudios de otros investigadores.
En lo referente a la segunda forma de validación, centrándonos en estos anuncios se observa que las afirmaciones que realizan son vagas. Aunque los juegos tipo “Brain Training” subrayan mejoras en cualidades abstractas como velocidad de reacción, atención y memoria, no especifican la naturaleza exacta de estas mejoras. ¿Velocidad de reacción a qué? ¿Podrías evitar ser atropellado? ¿Memoria de qué tipo? ¿Recordarás ahora con precisión aquella receta que veías cocinar a tu abuela?
Conclusión: Si bien hay suficiente evidencia acumulada de que la inactividad cognitiva no es una buena estrategia para mantener nuestro cerebro espléndido, la actividad cognitiva toma muchísimas formas.
Actualmente recomendar ciegamente el uso de alguno de estos juegos de entrenamiento cerebral es prematuro; existe poca evidencia que sugiera que el software cree una mejora cognitiva significativa.
Entonces, ¿qué podemos recomendar a aquellos que desean mejorar (o mantener) sus capacidades cognitivas?
Reunirse en una mesa de un bar -café en mano- y resolver los problemas del mundo con tus amigos, aprender a tocar un instrumento, dedicarse a escribir una novela o realizar algún deporte son poderosas alternativas a jugar con el “Brain Training”.
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