Los síntomas de ansiedad son molestos, muy molestos. De hecho, los síntomas físicos de ansiedad llegan a ser tan molestos que hacemos lo posible por no tenerlos… y aquí está una de las claves del meollo.
Síntomas físicos de ansiedad
Las sensaciones físicas de ansiedad más comunes y desagradables tenemos son: la aceleración del ritmo cardíaco y respiratorio, la sudoración- también en las palmas de las manos, el intenso o repentino calor, sensación de ahogo o falta de aliento, mareo, visión borrosa, un malestar en el estómago y tracto digestivo -con o sin vómitos, y entumecimiento o temblor en extremidades tales como las manos y las piernas.
Estas reacciones de nuestro cuerpo ante un estímulo (externo o interno), no ocurren sin más. Su origen está en la respuesta “fight-flight” o, lo que es lo mismo, son respuestas fisiológicas que aparecen para preparar nuestro cuerpo para luchar o huir.
¿Te imaginas ver a un león hambriento corriendo hacia ti y tener el pulso bajo, la respiración tranquila y los músculos fríos y sin tensión? Es cuasi imposible tener tal reacción fisiológica ante este suceso salvo que te hayas enfrentado en numerosísimas veces a leones hambrientos corriendo hacia ti- e incluso siendo así, fisiológicamente habrá una reacción al león.
Por tanto, estas reacciones son normales. El problema, a nivel físico, es que los síntomas de ansiedad no son agradables y desaparecen al mismo tiempo que el estímulo que los desencadenaron.
Volviendo al ejemplo del león corriendo hacia ti, esta sintomatología te prepara para luchar o huir (y huyes del león). Al zafarte del león, tu cuerpo emite una señal de relajación y bienestar. El error que comete tu cabeza, no obstante, es que también asocia la relajación y bienestar a la desaparición de estos síntomas que te pusieron a salvo.
Entonces, ante una nueva aparición de cualesquiera de los síntomas de ansiedad previamente citados y con la experiencia anterior de sensación de bienestar al “escapar de ellos”, nuestra cabeza lo va a tener muy claro: “¡huye!”
Sí, su razonamiento es muy sencillo. Se trata más bien de una aproximación al mundo mediante un silogismo:
(si A -> B y B ->C, entonces A -> C). Tu cabeza de dirá: “Si huyendo te salvaste en la ocasión anterior de experimentar las sensaciones desagradables de ansiedad, huye de nuevo y ya me lo agradecerás.”
Todo un regalo envenenado que, ante el potencial desagrado de la sintomatología, tomamos con los ojos cerrados.
Síntomas cognitivos de la ansiedad
A nivel de pensamientos, nuestra cabeza no se queda atrás cuando se encuentra ante un elemento disparador de la ansiedad. Nuevamente, al igual que ocurre con la sintomatología física, a nivel cognitivo resulta muy molesto tener toda una amalgama de pensamientos catastrofistas o desagradables hasta el punto que hacemos lo posible por no tenerlos… y aquí está otra de las claves del meollo.
A nivel cognitivo, la sintomatología de ansiedad más común y desagradable que tenemos es: la rumiación de pensamientos o preocupación constante de que suceda algo que escapa a nuestro control, haciendo así que no podamos concentrarnos en otras cuestiones y entorpeciendo nuestro día a día.
Nuestro cerebro es experto en llevarnos -por medio de su imaginación- a situaciones inciertas, catastróficas y fatales sin ninguna razón aparente que haga necesaria esa aportación imaginativa que nos parece tan real. Este tortuoso camino por el que te lleva hace que sientas temor, desprotección y/o en guardia.
Volviendo al ejemplo del león corriendo hacia ti, en este caso estamos ante cogniciones y planteamientos acerca de qué haríamos si viniese tal león (que no quiere decir que vaya a venir corriendo). Se trata de una “preparación” para un posible evento que estás llevando a cabo “como si” aunque no sepas si realmente puede pasar.
¿El error? Tu cabeza, imaginando ese escenario con viveza, proyecta un león y busca la manera de eliminarlo (generalmente dándote la opción de evitar o huir para protegerte). Al tomar en imaginación la opción de escapar, tu cuerpo emite una señal de relajación y bienestar...
Y ya tenemos nuevamente la asociación de relajación y bienestar con la desaparición de un pensamiento desagradable. ¡Otra vez…! Todo un regalo envenenado que, ante el potencial desagrado de los pensamientos, tomamos con los ojos cerrados sin pensar en sus consecuencias.